domingo, 26 de septiembre de 2010 | By: Aline

El colmo de la estupidez, de la locura y la mente cuadrada

Es bastante estúpido, irracional, fuera de foco, todo lo que se quiera decir.
Esto surgió mucho tiempo atrás, hacía unos 6 meses, cuando el terremoto del 27 de febrero ocurrió. Todos saben que comenzaron a pulular en youtube un montón de videos de personas que vivieron en carne propia el movimiento, pues fue en uno de estos videos en que me encontré con este personaje (troll en todas sus letras) que además de poco racional, es xenófobo y machista.

Aseguraba en sus comentarios que le agradaba saber que Chile había sufrido el terremoto y que le encantaba el hecho de que toda esa gente muriera, porque según él, somos escoria que no merece vivir. Respetuosamente, que ni siquiera le insulté como muchos compatriotas cabreados por semejante desplante de insentatez, a eso se le suma también apoyo internacional, le dije que no podía desear mal a nadie aunque fuera del país de la cochinchina, que cómo podía decir que se alegraba por que gente muriera, pero el dale que te dale, conque Chile es un país de mierda (puede serlo, depende del criterio de cada uno, a mí mi país me encanta, porque a pesar de ser pesados a veces, somos bastante humanitarios en términos generales). Nos acusó de ser un país belicoso (puedo decir lo contrario, porque como país tenemos problemas como cualquiera y, más aún, somos uno de los países mejores ubicados en el parámetro latinoamericano) todo surgido por el hecho de la renovación del armamento (que conste que el troll no es peruano, sino mexicano-esto lo aclaro sin afán de ofender, pero quien más se queja de la renovación son nuestros hermanos del norte-), cuestión bastante lógica si vamos pensando que todas las cosas materiales tienen una vida útil. Y ya era tiempito para cambiar los aviones y los barcos.

Bueno, la cuestión se paró; me aburrí de intentar razonar con alguien incapaz de ver más allá de su propia nariz, así que dejé de discutir y comencé a postear información para la ayuda internacional. De eso 6 meses, reitero, y no sé por qué se me ocurrió ayer revisar mi canal en youtube (que es bastante fome, no tengo nada más que mis favoritos y es que no tengo tiempo para subir videos XP) y me encuentro que él no sólo es incapaz de mandarme un mensaje privado para encararme, sino que lo publica allí. Una zarta de estupideces del tamaño de una torre sobre que le daba igual, que de todas formas le gustaba lo que nos había pasado. Literalmente, aquello no sólo me cabreó por ser el sujeto un gallina, sino que yo tengo un límite y mi mecha es bastante corta cuando se enciende. En resumidas cuentas le respondí que era un inmaduro xenófobo y que si quería argumentar, primero que buscara decirme algo con bases.

El me respondió, muy amablemente, esto (me encantaría postear el otro comment pero lo borré):


me llamas a mi xenofobo irracional? cuando uds las locas,son las que se ponen en contra de la naturaleza desafiandola y desobedeciendo su mandato de hombre-mujer que ya esta establecido desde tiempos inmemoriables,tu te imaginas lo asqueroso y repugnante que debe ser que un hombre tenga aliento a esperma? creo que no puede haber peor abominacion (aparte de ti claro),y por cierto no se puede respetar a alguien que por si mismo no se respeta


Nótese sus 21 años.

Y he aquí mi larga respuesta que abarca 4 comments en youtube:

Enserio, tu comentario en mi canal me hace reír. Como se nota que no sabes argumentar y te basas en insultos, falacias concretamente, para dirigirte a mí y, más aún, hablas de temas que ni siquiera vienen al caso. ¿Machismo y homosexualidad? ¿Que la mujer es inferior al hombre por ley natural? Oh, por favor, ¿según quién, la biblia, los hombres maltratadores, por la leyenda de Adán y Eva? Enserio, totalmente ridículo. ¿Sabías que científicamente es la mujer más fuerte que el hombre? no por el hecho de tener más músculo, sino por su capacidad de sobrevivencia, ¿sabías que nacen más mujeres vivas que hombres vivos? Y aún así no considero que un hombre o una mujer sea superior al contrario. Yo creo firmemente que ambos están al mismo nivel.
Ahora, me hablas de homosexualidad, ¿y a ti qué te importa si un hombre es gay o una mujer es lesbiana? No es un pecado capital, no es un castigo divino. Son sólo diferentes formas de sentir. Eso y nada más. Si quieres criticar algo, ve y critica a los romanos, a los griegos, etc. que ellos también mantenían relaciones entre hombres y lo veían normal. Enserio, no porque tengas mente cuadrada vas a insultar a un sector de la sociedad.
Me hablas de que no me respeto a mí misma ¿enserio? ¿qué te hace pensar eso? ¿Porque me enfrento a ti con mejores argumentos que los tuyos, porque debería quedarme callada ante tu falta de orientación por ser mujer?
Enserio, tienes 21 según tu perfil, a mi me late que no tienes más de 13 años. Enserio, yo con 18 años puedo alardear de ser lo suficientemente madura.
Hablaste de que atacaban a tu familia, quién sabe por qué (no me interesa) y que por eso odiabas a los chilenos o al mundo en general. Yo te digo que no sé que educación te habrán dado, pero si tus padres se molieron la espalda para dártela entonces empieza a utilizarla y empieza a gastar tu tiempo en cosas productivas como, no sé, expandir tus horizontes y dejar de meter a todos en un mismo saco.
Te lo diré así, uno puede ser de un barrio muy bajo en la que pululan los delincuentes, pero no necesariamente tú lo eres. Esa es la diferencia, no puedes generalizar (caes en una falacia) porque aquí y hasta la quebrada del ají siempre será lo mismo, habrás buena y mala gente, habrá homosexuales, bi y heteros ¿y? Eso se llama diversidad, algo que al parecer, tú no respetas.


A ver qué me responde. Bueno, en realidad ya tengo más que asumido que vendrá con una zarta de incoherencias y de insultos. Como todo troll,no tienen mucha sesera, aunque también están aquellos que se hacen pasar por cultos e insultan con palabras bonitas, lo cual es otro tema para hablar.

Desahogo en off.
martes, 21 de septiembre de 2010 | By: Aline

Réquiem

Réquiem

El corazón grita desesperado y se vuelve miles de pedazos, carne muerta en tu pecho. Te refugias en el llanto, escondida en un rincón de tu angosta habitación y te preguntas una y otra vez lo mismo: ¿Por qué tú?
Él golpea la puerta insistentemente, tapas tus oídos para no escucharlo. Quieres olvidarte de que existes, pero lo cierto es que lo haces y no importa cuánto hagas, él terminará entrando. Lo sabes, pero aún guardas esperanza.
La puerta se abre, el seguro se ha roto de nuevo. Él se tambalea mientras entra, te sonríe y se acerca.

No puedes escapar.

Él te sujeta y te tira sobre la cama, tú te rindes, porque sabes que aunque grites nadie te escuchará, ellos harán oídos sordos y olvidarán, una vez más, que mereces respeto.

Oh sí, sabes que nadie te rescatará y que el único camino que queda para tu alma maltrecha es la muerte, porque aunque salgas de estas paredes que te ahogan, no hay lugar para ti en un mundo que nunca has conocido.

Llámame, añórame más mientras él te destruye, sólo espera un poco más… sólo deséame un instante más y yo llegaré a ti, te tomaré entre mis brazos y te alejaré del dolor.

Sólo añórame, niña linda, coge mi mano. Alcánzala. La Muerte siempre estará a tu servicio.
sábado, 18 de septiembre de 2010 | By: Aline

Casualidad

Lo buscó por todas partes, esperando que no fuera demasiado tarde para la chica que estuviera en la mira del tipo, su corazón golpeaba acelerado en su pecho mientras sus ojos pasaban de rostro en rostro en la fiesta y sus hombros empujaban con violencia a sus compañeros de universidad que le tiraban un par de improperios por sus empujones, pero él no les prestaba atención, su mente estaba fija en un solo objetivo: Encontrarle antes de que le pusiera las manos encima a una chica.

Entonces, con el corazón en la boca, lo vio cerca del rincón junto al escenario, ofreciéndole la bebida a una muchacha de primer año que conocía como Rebeca, la muchacha recibió gustosa el vaso de alcohol y se lo llevó a la boca con una sonrisa.

Bebió hasta la última gota.

Corrió entre la multitud hacia aquél rincón, pasando a llevar a un par de amigos suyos que, sin que cruzara una sola palabra con ellos, lo siguieron extrañados por su actitud. Lo llamaron y le preguntaron qué sucedía, pero él no respondió, sólo siguió apartando bruscamente a la gente de su camino y llegó al otro extremo agitado y asustado al no encontrarlos en el lugar en que los había visto cinco minutos antes.

― ¡Esteban, para hombre! ―gritó por sobre la música su mejor amigo, pero él no lo escuchó y empezó a mirar a todas las direcciones posibles en busca de Rebeca y el tipo de último año.

En la salida de la discoteca los vio nuevamente y volvió a emprender la carrera hacia ellos, esta vez evitando la multitud, yéndose por la pared, dónde casi no pasaba gente y en un par de minutos, en el tiempo exacto en que se cierra la puerta tras ellos, él los alcanzó. Abrió la puerta y se dirigió directo al tipo que mantenía sujeta de la cintura a la muchacha.

― ¡Cuídala! ―le ordenó a uno de sus amigos cuando apartó de un sólo empujón al sujeto de quinto.

La muchacha trastrabilló cuando no tuvo un soporte en el que apoyarse y cayó al suelo, su vista estaba perdida, buscaba a su alrededor mientras su amigo la levantaba, entendiendo en ese acto la situación que él había evitado sólo por suerte.

― ¡¿Qué haces, imbécil?! ―gritó el tipo. Su cinismo hizo que le bullera la sangre.

― ¡¿Y tú, pendejo?! ―gritó furioso― ¡¿te crees hombre por intentar violar a una mujer?!

El otro detuvo su furia inmediatamente al ver que había sido descubierto y una palidez mortuoria se instaló en su rostro, sólo fue un minuto en que el silencio reinó, pero fue lo necesario para que el tipo diera media vuelta y saliera corriendo despavorido hacia el estacionamiento.

―Le sacaré la cresta―musitó Pablo a su lado, dispuesto a emprender una carrera en pos de golpear al sujeto.

―Ahora no―apresuró a decir― ¿tienes plata en el celular? ―preguntó a lo que su amigo asintió sin entender―llamaré a mi hermana para que nos lleve en auto a dejarla a su casa―agregó mientras marcaba el número apresuradamente y se llevaba el teléfono móvil a la oreja―Averigua donde está el vaso que le dio él, tendremos que pasar a los carabineros.

Su hermana tardó como siempre en contestar, pero no por un olvido de su teléfono, sino porque estaba dormida (eran cerca de las cuatro de la mañana), pero se despertó de inmediato cuando le contó rápidamente la historia. Ella le gritó, literalmente, que la esperaran listos en la salida y que no tardaba más de diez minutos en llegar, cuestión que él no dudó.

―Está en un rincón de la escalera―le dijo Pablo.

―Búscalo rápido y avísale al dueño. Tenemos diez minutos.

Su amigo asintió y volvió a entrar.

― ¿Cómo está? ―su otro amigo levantó el rostro. Había estando echándole aire con las manos a Rebeca para que se le fuera el mareo.

― Está sudando mucho―respondió y en efecto, la chica estaba sudando frío y cada vez se le veía más pálida.

―Te llevaremos a tu casa ¿ya? ―le dijo a lo que la chica asintió por inercia. Sí, la droga había actuado maravillosamente en el cuerpo de ella, estaba totalmente ida.

Los pacos escucharon atentamente su corto relato, desde el cómo se había enterado de la intención de Diego Rodríguez de violar consentidamente a Rebeca, hasta el momento en que su hermana llegó y la llevaron a la comisaria, donde no hubo mucho que poner en duda por el estado en que se encontraba la muchacha y el vaso que aún contenía restos de la pastilla de la violación.

Tuvo mucha suerte, muchísima suerte, se dijo mientras caminaba por los pasillos de la universidad, dirigiéndose a su cuarto periodo de clases. Rebeca hubiera sido violada si él no hubiera estado en el momento preciso en que Diego ponía la droga en el vaso y él, por cierto, no lo había vuelto a ver rondando por la universidad desde el incidente y; por habladurías de los chicos de quinto se había enterado que, además de violador en potencia, al tipo le gustaba eso de andar volándose con cocaína y marihuana. Al mismo tiempo se enfureció internamente con sus compañeros de último año, porque ellos sabían que el tipo era peligroso, que podía hacer cualquier cosa cuando estaba drogado o influir en otros, pero ninguno había dicho nada. ¡Ninguno de esos malditos hipócritas, sabiendo lo que sabían, intentó detenerlo y por eso había estado a unos minutos de aprovecharse de una niña!

Rebeca alzó el rostro al verlo, los de primer año tenían clase en la sala contigua a la suya esta vez. Él le sonrió cálidamente, daba gracias por que la menuda chica no había sufrido nada peor esa noche, ella le devolvió el gesto con un sonrojo en sus mejillas.

Entonces entendió por qué había sido el blanco de Diego. Ella era demasiado bonita para su propio bien, técnicamente parecía una muñeca, tan bajita que estaba seguro que no sobrepasaba el metro cincuenta, con la cara redondeada como la de un niño, los labios rosados y el cabello cobrizo cayéndole alrededor del rostro tal cual estas chicas que salían en esas telenovelas de cabras chicas.
Demasiado bonita para su propio bien, se repitió. Era toda una joyita en bruto con esos ademanes tímidos que poseía.

Sí, demasiado hasta para él.

― ¿Dónde estabas? ―Pablo le golpeó la espalda. No se había dado cuenta de que había salido del salón a buscarlo.

―Fui a la cafetería por chocolate―le mostró la bolsita de Rolls que había comprado con anterioridad.

―Oh, bueno, vamos que el profe ya está dentro―señaló sin apartar la vista de la comida.

―Sí, sí―respondió y volvió a guardar la bolsa en el bolsillo de su chaqueta y se dirigió a la puerta para entrar a la clase.

Volvió a mirarla un segundo antes de perderse en la oscuridad del salón, ella no apartó sus ojos oscuros de los suyos y le siguió sonriendo.

Y lo siguió haciendo aún y cuando él ya no la veía.
martes, 3 de agosto de 2010 | By: Aline

Que lo sepan

Un fanfic de Twilight, después de leer un fanfic perturbado de Estora, Seven, con respecto a Renesmee Cullen y su relación con Jacob Black.

Porque en esta saga hay más plot holes que en cualquier otra. Les presento:

Que lo sepan


Hubo un momento en que lo pensé, en que creí que todo lo que ocurría a mí alrededor estaba bien. Había crecido rodeada de lujos, de mimos por parte de todos, pero ciertamente, nada podía equiparar el dolor que no viví.

Tengo diez años cronológicos, un cuerpo de una muchacha de dieciocho, la mentalidad… la racionalidad de una joven mayor de edad. Pero…

Recordando bien, ¿qué es lo que viví?, ¿cuáles son las experiencias de la infancia que tuve? No hay nada, no hay un jardín de infantes, ni una primaria ni una secundaria. No había amigos de mi edad, más que mi círculo cercano que se empeñaba en prohibirme compartir con chicos.

De mi edad… tengo diez años y un cuerpo de dieciocho.

Mis padres me miran con orgullo, diciendo que soy especial, que ningún otro niño podría entender lo que soy y cómo soy. Mis tíos opinan lo mismo: ¿Por qué interactuar con los jóvenes humanos? ellos no podrían entenderme, decían.

No es que ellos no pudieran entender lo que soy. Es que yo no tuve la oportunidad de explicar lo que soy. Tengo diez, sólo diez… y no tengo infancia. Conozco el mundo de los adultos, puedo manejar, beber, fumar, cazar, ver películas porno o entrar a los shows de striptease como cualquier chico o chica de dieciocho, pero no conozco el mundo de los niños.

No importa cuánto Jacob intente ser mi ‘pareja ideal’. Lo sé y duele. No importa cuántas veces me repitan que yo no podía compartir con los niños porque soy diferente. Hubiera preferido que se arriesgaran, que me dejaran compartir, que me dejaran vivir sin el peso que me imponen.

Soy un ente pensante, sé que Jacob espera con ansias que yo le diga sí. Sé que el ansía casarse conmigo y tener sexo con la niña que vio crecer desde el momento de su nacimiento. Sé que mi familia no se opone y sólo espera mi respuesta.

Yo sólo lloro.

¿Qué es lo que esperan de mí?, ¿Que, simplemente, deje que él haga y deshaga conmigo?, ¿quieren acaso que no tenga ninguna oportunidad de vivir?, ¿de tener oportunidades y conocer otra gente? La respuesta es sí, ellos esperan que yo no tenga voluntad.

El ambiente me sofoca. No soporto mirar a la cara a mi padre, él sabe que no quiero nada de esto. Lo sabe porque lee mis pensamientos y sé que gran parte de él, aún y cuánto estima a Jacob, está sufriendo. Sé que mi madre no entiende, ella necesita de su Jacob… supongo que eso hace que evite ver que yo no deseo lo que todos anhelan.

Le quiero tal vez, pero no para tener una relación de pareja, no para tener sexo. Jamás, la sola idea me repugna. La sola idea me hace pensar en que ese viejo compañero de juegos es un pedófilo y no puedo evitar recordar a Claire de paso. Con sus doce años, sé que ella comienza a darse cuenta que su relación con Quil no es normal.

Esta noche no hay marcha atrás, no pienso quedarme un momento más en esa casa de locos, donde todos parecen esperar que la familia feliz esté completa con mi sí. No, quiero ver el mundo, conocer gente… vivir, aunque sea bastante irónico dada mi condición.
No importa, sólo sé que revuelvo mi habitación mientras mis padres están de casería y Jacob está en la Push con su padre. Tía Alice no puede ver mi futuro, sé que mi padre está lo suficientemente entretenido con mi madre como para no darse cuenta de mis planes y sé que Carlisle no se opondrá a mi decisión. Lo sé… porque ha estado observándome en silencio al otro lado del cuarto mientras yo guardo todo lo que puedo en un par de maletas.

Yo le miro, él me mira. Le sonrió. Quizás no vuelva a verlo en mucho tiempo. Él me devuelve el gesto y me extiende un par de pasaportes y documentos falsificados. Los necesitaría si quería salir del país.

Entonces recordé a Claire… y quise llorar. ¿Debía sacarla de ahí? Sí, pero aquello sería secuestro. Claire tenía una familia normal, aunque ignorante de todo lo que ocurría con su hija. Ella se casaría con el hombre que la cuidó cuando aún andaba en pañales.

No, no podía permitir aquello. Aún y cuanto Quil me cayera bien, Claire se merecía mucho más que una imprimación. Ella tenía todo el derecho como yo a elegir.
No tardé mucho en tomar lo que para mí era la decisión correcta, guardé los pasaportes sabiendo que uno era para la niña, tomé las maletas y salí huyendo por la ventana de mi habitación a vista y paciencia de Carlisle, que sólo se limitó a musitarme un cuídate.

Claire me miró aún con ojos inocentes, sabía que ella entendía cuál era el motivo de mi visita, pero ella era una niña mentalmente, sabía que si ella decidía venir a mi lado, no vería más a sus padres. Cambiaría de identidad para siempre. No quise presionarla, esperé pacientemente su respuesta, aunque nerviosa pues el tiempo pasaba y debía correr al auto que había logrado comprar a espaldas de mi familia; y que estaba oculto en una bodega abandonada a las afueras de Forks. Mi boleto de ida al aeropuerto estaba ahí. O mejor dicho, los boletos. Ahora me daba cuenta que siempre tuve en cuenta a Claire en todo este plan de huída.

Entonces Claire me miró y asintió con la cabeza. La abracé fuertemente y le dije que yo siempre cuidaría de ella hasta el momento en que decidiera partir de mi lado. Ella asintió llorosa y luego nos pusimos a la obra. Claire se vistió con cuidado para no despertar a sus padres, yo guardé su ropa y algunos objetos personales en un bolso y luego, sin más, la hice subir a mi espalda.

El resto es historia. No me importa si le he roto el corazón a Jacob…

Sí me importa, me duele, es como si me estuvieran cortando en mil pedazos, sin embargo… no quiero volver. No quiero volver a verles las caras nunca más. No quiero ver el rostro de mi madre y de mi padre mostrando complacencia por quedarme con Jacob, ni quiero que Claire pase por lo mismo.

Nosotras somos entes pensantes, tenemos todas nuestras facultades mentales para decidir nuestros destinos. Claire y yo hemos elegido. No vamos a vacilar, yo sé que ella puede verlo en mis ojos y yo puedo verlo en los suyos. No hay duda, sólo determinación cuando tomo su mano mientras el avión despega de la pista.

Crearemos nuestros propios destinos, abriremos nuestros propios caminos. No habrá ninguna influencia paranormal, porque queremos que lo sepan: Nosotras podemos elegir.


martes, 13 de julio de 2010 | By: Aline

Porque no todo es color de rosa II.



Relato II:

A la orilla del lago



Mi vista pasó de mi libreta al lago, alguien se había atrevido a lanzarse al agua, salpicándome a mí y a mi pobre cuaderno de anotaciones. Lancé un suspiro a la brisa fresca del verano y observé al sujeto en cuestión que había reaparecido de entre las aguas cristalinas.

― ¡¿Hace demasiado calor como para quedarse en la orilla, no crees?! ―no estaba precisamente contenta y se lo hice saber con la mirada. Él bajó la mano que había levantado para incitarme a ir a nadar, quizás intimidado― ¿Te has enfadado? ― comenzó a nadar en mi dirección, cuestión que me molestó aún más.

Me levanté, no tenía el mayor interés de hablar con ese tipo. Removí las hojas y el pasto de mi vestido celeste y di media vuelta para encaminarme a la casa de mis abuelos.

― ¡Hey! ―lo escuché gritar, pero yo no me detuve. El camino era lo suficientemente corto como para evitar que él me siguiera atosigando así que apresuré el paso hasta llegar al pórtico, donde me detuve para coger las llaves en el pequeño bolso que traía encima― ¿Eres la nieta del viejo pescador?

La pregunta fue hecha de tan cerca que me sobresaltó. Me giré sobre mis pies para encararlo, él estaba con un pie mojado arriba de la pequeña escalinata de madera que daba al pórtico de la vieja casa del lago que pertenecía a los padres de mi viejo.

―El viejo pescador tiene un nombre―respondí, pero él no se enfadó ni hizo alguna mueca por mi respuesta, mas bien, sonrió.

―No me sé su nombre―se encogió de hombros, a lo que yo fruncí el ceño.

―Su nombre es Emiliano Cortés―recalqué las últimas dos palabras para que él no se olvidara.

―Entonces… ¿eres su nieta? ―insistió.

Yo le sonreí inmediatamente y acomodé mi libreta que comenzaba a resbalarse de mis manos.

― ¿Hay alguna razón para tanto interés?

―Sólo es curiosidad, te vi llegar anteayer con tus padres y… sólo eso―volvió a hacer un gesto desinteresado.

―Ya―pronuncié desganada y me dispuse a volver mi atención a la puerta de madera.

―Soy Seth, vivo en la casa de más allá, en la costa Este del lago―subió la escalera como si yo le hubiese permitido hacerlo al responderle.

Yo asentí, entonces me fijé en él con mayor detenimiento. Además de que llevaba bañador y era de una contextura normal, su piel era de un color moreno, labios finos que formaban una línea perfecta al juntarlos, la nariz era un poco larga y recta, sus ojos eran grises y almendrados, mientras que su cabello era castaño oscuro, casi negro, pero lo que más destacaba de él era que estaba todo empapado, y las gotas caían sobre la vieja madera del pórtico que ya estaba manchado con tierra y pasto por culpa de los pies de él.

―Estás ensuciando todo―señalé.

Seth miró inmediatamente sus pies y en un acto reflejo dio un salto hacia atrás, cayendo de espalda contra los escalones. Di un grito antes de acercarme hacia el caído, bajando los escalones de un salto para ir a levantar su cabeza que se había golpeado fuertemente.

― ¿Estás bien? ―pregunté suavemente mientras me arrodillaba y dejaba la libreta y mi bolsito a un lado para estar más cómoda.

Él me miró con los ojos desorbitados mientras yo levantaba su cabeza cuidadosamente y la apoyaba en mi regazo para que estuviese más cómodo.

―No te muevas ¿entendiste? ―le dije.

―De acuerdo―musitó.

Yo alcé el rostro y grité en dirección a la casa, donde mi abuela seguramente estaría cociendo en la maquina. Hice varios intentos, hasta que finalmente la puerta de entrada se abrió para dar paso a mi abuelita con sus cabellos canos y la piel llena de arrugas y lunares.

― ¿Qué a sucedido? ―el tono de su voz era bajo y a veces ni las emociones lograban alterarlo, yo ya estaba acostumbrada y en vez de intentar escuchar lo que decía, simplemente, leía sus labios.

―Se ha caído mientras hablábamos, creo que resbaló―dije bien alto para que me entendiera. Seth me miró con un mensaje implícito, y yo le sonreí de vuelta, sería vergonzoso para él que le dijera a alguien que el muy tonto había dado un salto hacia atrás cuando había una escalera tras él.

―No lo muevas, Erin, voy a buscar el teléfono para llamar a tu abuelo―pronunció.

― ¿No sería mejor llevarlo adentro?

―No, no, mijita, se golpeó la cabeza ¿no es así? ―yo sentí en respuesta―entonces es mejor que se quede ahí―no estaba muy conforme con eso, especialmente porque el pobre tipo debía estar muy incómodo en esa posición.

― ¡Apresura el paso entonces! ―exclamé y mi abuela salió corriendo, en realidad, caminando lo más rápido que podía hacia el teléfono de la casa.

―Esto es raro―pronunció Seth.

―Eres idiota para saltar de esa manera―le comenté. Él me sonrió, aunque más bien parecía una mueca.

―Tu nombre es Erin―musitó y yo le respondí afirmativamente con la cabeza a lo que él agregó: ―soy Seth, un gusto―sonreí abiertamente. Este chico era un caso.

No sé nadar, le había dicho avergonzada luego que él insistiera en ir a refrescarnos al lago. En realidad, pensaba que se burlaría por este detalle, pero no lo hizo, él sólo me miró unos minutos y luego me ofreció enseñarme. Esto sería raro, muy raro. Quizás si fuera más pequeña estaría encantada, pero ahora que contaba con diecisiete años era algo más complicado, especialmente si te enseñaba un chico de la misma edad.
La primera sesión fue simple, me enseñó a flotar sobre el agua del lago, él me comentó que si alguna vez iba al mar me daría cuenta que era mucho más fácil mantenerse a flote allí que en el lago puesto que el agua dulce provoca que uno se hunda con mayor facilidad. Era un dato curioso que no dejé pasar y anoté rápidamente en mi libreta.
La segunda y tercera sesión fueron de práctica, me enseñó a nadar como los nadadores olímpicos y luego me ayudó a nadar bajo la superficie, cuestión que no fue de mucho agrado, no sé cuantas veces terminé tosiendo por que el agua me entraba por la nariz. Lo que me chocaba era que él se reía cada vez que pasaba y yo le hacía notar mi molestia con un buen empujón, algo que a él no parecía molestarlo en lo más mínimo, pero que hacia detener sus carcajadas.

Creo que tardé más en nadar por mi cuenta, cuando Seth estaba ocupado para enseñarme, pero los progresos que notaba los escribía en mi libreta malograda por las salpicaduras que él había provocado cuando nos conocimos y luego se las mostraba. Muchas veces me había dado cuenta que Seth se sentía realmente atraído por el contenido de ella, lo había visto en sus ojos, una curiosidad similar a la de un gato, yo en cambio no tenía el menor interés de mostrarles mis secretos pensamientos allí escritos.
La libreta no era un diario como la mayoría de las chicas pudieran pensar, era un simple cuadernito que usaba para anotar mis pensamientos del momento, eran frases que no tenían conexión alguna una con otra, unas podían ser deprimentes y otras eran de alegría o enojo, pero no había un relato amoroso que alguien pudiera descifrar con esas palabras, nunca nombraba a un él, ni jamás nombraba a una ella si la frase se trataba de alguna mujer. Pero aquellos pequeños fragmentos de mi mente sólo me pertenecían a mí y Seth no tenía por qué enterarse de ellos.

―Tengo curiosidad―me comentó mientras me pasaba una toalla para secarme el cuerpo.

―Lo he notado―contesté, él me sonrió radiante.

― ¿La libreta es tan importante?

― ¿A ti te importa? ―fruncí el ceño mientras me ponía las sandalias para no ensuciarme los pies con la tierra.

― Es tu diario ¿no? ―pude detectar la incomodidad en su tono de voz. Quizás me demostré muy ruda.

―Un diario no es, pero es algo similar―contesté. Él sólo asintió y eso fue todo lo que hablamos aquel día.

Está lloviendo en pleno verano, es extraño ver por la ventana de la sala las gotas de lluvia golpear contra la superficie siempre calma del lago. Era deprimente, para colmo, no había visto a Seth desde hacía un par de días y me hacía falta, me distraía algunas veces de mis preocupaciones estudiantiles con su humor y su simple presencia hacía que el fantasma de Ian se difuminara con mayor rapidez.
Ian, desde aquella ocasión en los arbustos del colegio no había vuelto a hablarle y él tampoco se me acercaba. Supongo que no tenía un verdadero interés en recuperar mi amistad, puesto que se rindió de inmediato… o tal vez había sido demasiado dura con él, no estoy segura. La verdad es que aquello me importaba ya muy poco, sólo quedaba un año antes de comenzar la universidad y no había tiempo para salvar esa relación de años. Lo único frustrante era que todo se había ido al caño por una chica.

Anabel, su nombre me producía asco. A veces me gustaría golpear su nariz perfecta.

―Qué resentida…―pronuncié. Mi abuelo levantó la vista del periódico y me miró interrogante―Nada, abuelo―contesté a su muda pregunta y el volvió a centrarse en su lectura.

Amaneció despejado, había una brisa helada y no tenía intención de meterme al agua con ese frío horrendo. El calendario marcaba una semana antes del inicio de clases, marzo estaba demasiado cerca para mi gusto y quizás ese era el motivo de ese cambio drástico de la temperatura.

―Erin, Seth ha venido a buscarte―la abuela me miraba desde la puerta con una mirada suspicaz, hecho que me incomodó bastante.

―Dile que me pongo una chaqueta y salgo, por favor―traté de no mostrarme turbada porque sino mis queridos abuelos estarían preguntándome toda la tarde y parte de la noche por esa reacción.

―Por supuesto, querida, sólo apresúrate o el tren se irá―dijo en tono melódico, aquello sí que fue una sorpresa para mí.

―De acuerdo…―musité.

No tardé mucho, saqué la primera chaqueta que encontré en el armario y me encaminé a la puerta, de paso me despedí de mi abuelo quien tomaba una taza de café cargado.

―Si la llevas al pueblo, asegúrate de llevarla al museo… a ella le encanta lo antiguo―mi querida abuela estaba atosigando a mi nuevo amigo con extrañas ideas.

―Abuela―pronuncié rápidamente y ella saltó sobre su puesto al escucharme―no le metas ideas en la cabeza, lo atosigas.

Seth estaba demasiado callado para mi propio gusto, no era común en él. En todo ese mes y medio, él parecía un lorito hablándole a una pared-la cual resultaba ser yo-y ahora se mostraba tan serio… casi podía notar la tensión en sus músculos mientras caminábamos por la orilla del lago.

―Me voy mañana―comenté para sacar un tema de conversación, él se detuvo al instante de escuchar aquello y se giró para verme directamente a la cara―Tu también te irás pronto a tu ciudad, volverás a clases igual que yo.

― ¿Cuándo pensabas decirme? ―preguntó frunciendo el ceño.

―No había tenido la oportunidad de decírtelo, no nos hemos visto en días y además… era lógico que ocurriera ya, estamos a las puertas de marzo.

Él dejó escapar un suspiro y sonrió tristemente. Aquello no me agradaba nada.

―Será extraño no verte―comentó al final.

―Opino lo mismo―le concedí y luego agregué: ―este mes y medio fue fabuloso, Seth, quiero que lo sepas. Me enseñaste a nadar y eso es todo un logro… nunca me ha gustado el agua.

―Lo supuse cuando no querías ir al pueblo a comprarte un bañador―rió.

Él se sentó a la sombra del mismo árbol en el que yo estuve cuando nos conocimos. Aquello me provocó ganas de llorar.

―Siéntate―golpeó el suelo a su lado y yo hice exactamente lo que me pedía. Sería el último día en que estuviéramos juntos.

Lo vi girarse hacia un costado y hacer movimientos extraños, como haciendo fuerza, aquello despertó mí controlada curiosidad y estuve a punto de preguntarle qué hacía cuando él me tapó los ojos con su mano libre.

― ¿Qué haces? ―era molesto.

―Te destaparé los ojos en un segundo, pero no te impacientes―aseguró y yo detuve mi intento de apartar su mano.

Unos segundos después, Seth dejó de presionar su mano contra mis ojos y me permitió mirar lo que él había estado haciendo instantes antes.

Sonreí sin evitarlo y tomé el ramito de flores blancas entre mis manos.

―No voy a comprarte rosas ni flores delicadas, no es mi estilo y tampoco el tuyo―dijo inmediatamente―las margaritas se parecen más a ti, son perennes y fuertes… como tú.

Yo no tendía a sonrojarme con facilidad, pero aquello me tomó por sorpresa. ¡Seth se me estaba declarando!

―Gracias…―pronuncié sin voz. Él sonrió y se removió incómodo en su puesto.

―Yo también tengo algo para ti―y, rápidamente, con la mano libre saqué del bolsillo de mi chaqueta la libreta que a él tanta curiosidad le había causado. Seth la miró sorprendido, como si no se lo creyera―puedes leerla toda, pero primero lee la última página marcada.

Él asintió quedamente, quizás tratando de asimilar lo que había dicho así que tomé mi libretita y la abrí en la página que quería que leyera primero. Ésta decía y cito lo que escribí:

Lo que hay escrito mucho antes de conocerte son parte de mis experiencias y mi pasado, una persona vive una cantidad enorme de experiencias y es algo natural. Lo que sientas al leer esas páginas no deben poner en duda lo que está escrito más abajo ¿entendiste? Yo no soy buena declarándome, nunca lo he hecho.

Me gustas, Seth.


Él sonrió al leer las últimas palabras y levantó el rostro para verme a la cara, yo le devolví el gesto y al mismo tiempo me maldije porque sentía las mejillas extremadamente calientes. Seguramente estaba más roja que un tomate maduro.

―Será una relación a distancia―comentó mientras se me acercaba.

―Bueno, intentarlo es mejor que quedarse pensando en el qué hubiera pasado si―contesté sin demora antes de que él posara sus labios sobre los míos y me perdiera en las sensaciones que aquella caricia me proporcionaba. Las mariposas eran molestas, pero me encantaban.

―Te quiero―pronunció al separarnos y yo le sonreí, implícitamente le di el mensaje que sentía lo mismo.

―Sólo una cosa, mañana me devuelves la libreta… quiero seguir escribiendo en ella y llenarla de tus recuerdos.

―Prometido―respondió antes de volver a posar sus labios sobre los míos.

La distancia es complicada, será todo un reto mantener una relación así, pero si lo que sentimos es fuerte, entonces el próximo verano; o tal vez más pronto de lo que creo, nos reencontraríamos como si fuéramos dos amantes a mitad de la noche. Si todo iba bien, volveríamos a encontrarnos a la orilla del lago y bajo este mismo árbol. Los únicos testigos de nuestro encuentro.

Sentido de pérdida

Sentido de Pérdida


Tu rostro y tu cuerpo, al verte ahí parado a unos metros de mí, mi corazón se acelera; su compás resuena en mis oídos y mi sangre se arremolina en mis mejillas como aquella tarde de febrero en que nos conocimos. Todo es mágico, irreal y maravilloso. Tus ojos miran ese vestido que a ti tanto te gustaba, decías que me veía tierna con el puesto. Me lo puse por ti hoy día, para que acaricies mi coronilla y enredes tus manos en mis cabellos oscuros, deseo que me beses la frente con tus labios, como si fuera una niñita. Añoro que me ames como aquella noche en la que no vimos fronteras y el futuro se sentía tan cercano. ¡Oh, por favor, acércate de nuevo y toma mi mano, quiero tanto caminar a tu lado y volver al parque de nuestras ilusiones!

¿Me escuchas?, ¿logras oír mi llamado?, ¿sientes mi corazón, sientes mi respiración pesada, ves mis manos jugando por el nerviosismo… siquiera me ves?
Tu ser se difumina, desaparece como un espejismo tan pronto doy un paso ansioso hacia ti. Te grito desesperada, esperando que no te vayas, pero tú no me oyes y desapareces. Era extraño y a la vez familiar, la historia se repetía una y otra vez, cada mañana al despertar me colocaba el vestido blanco y me peinaba para ti, pero al encontrare en nuestro lugar secreto, desapareces como una ilusión. ¿Por qué? Nunca logro alcanzarte, el tiempo parece no avanzar y cada día me parece igual al otro ¿Qué sucede?, ¿Qué es este juego que me impide acercarme a ti?

¡Quiero abrazarte y acariciarte, enmarcar tu rostro entre mis manos y plantar mis besos en tu boca, lo deseo todo!, ¡¿Por qué me lo impiden, cuál es el objetivo de todo esto?!

Mis lágrimas salieron de mis ojos y me dejé caer como tantas veces ya había hecho, quería que esto terminara. Era una pesadilla y deseaba despertar. Verte de nuevo a mi lado, en carne y hueso, eso quería.

Una pequeña luz llamó mi atención, alcé mi rostro empapado y estiré mi mano al pequeño agujero blanco frente a mí.

―Está despertando―es una voz desconocida. Mis ojos se abren ansiosos y la luz del techo me ciega por minutos eternos― ¿Karime, puedes escucharme bien, entiendes lo que te estoy diciendo?

Mis ojos lo enfocaron, era un hombre mayor, su cabello cano y la bata blanca fue lo que más me llamó la atención. Era un médico y, por deducción, debía estar en un hospital.

―Sí―pronuncié tan bajo y ronco que me sorprendí.

Alguien echó a llorar, el chillido que lanzó me alertó y miré hacia un lado. Mi familia estaba allí, todos con los ojos llorosos, pero no pude evitar mirarlos consternada, sus rostros… todos ellos eran distintos.

Mi madre tenía canas en el cabello y mi padre parecía más viejo y cansado de lo que recordaba, pero lo que más me llamó la atención no fueron ellos, sino mis hermanos. Ambos eran altos y unas barbas de dos días crecían en sus rostros. ¿Por qué? Ellos debían tener once años, no parecer adultos jóvenes. ¿Qué era lo que había pasado?

El médico se alejó de mí y se dirigió a mi padre, le murmuró unas cuantas cosas que yo no logré escuchar y a las que él asintió. Me sentía extraña y todo me inquietaba. Moví mis manos para poder incorporarme para luego mover mis piernas y levantarme de una vez, pero no lo logré.

Mis brazos se sentían tan débiles que apenas lograban sostenerme, pero mis piernas… al internar moverlas, era como si no estuvieran ahí.

― ¿Qué pasa? ―me incorporé violenta y descuidadamente, tirando los cables que me conectaban a una maquina extraña y corrí las sábanas sin demora.

― ¡Karime! ―reaccionó mi madre al escucharme gritar.

Hubo un jaleo, mi mente no asimilaba lo que veía y mi familia me rodeaba intentando hacerme reaccionar mientras entraba en una especie de colapso nervioso. Grité el nombre de él, grité con fuerza para que él me escuchara y viniera a acariciar mis cabellos para consolarme, pero él no entró por ninguna puerta y alguien susurró una palabra que no deseaba escuchar en absoluto: Muerto.

El llanto fue mayor, mi desesperación aumentó mientras tocaba lo que quedaban de mis piernas. Las había perdido, a ambas y a él también.

Hubo un flash en mi memoria, el sonido de la lluvia golpeando las ventanas, la radio del auto… su voz y sus ojos fijos en la ruta. El camión salido de la nada, la bocina estruendosa. Los giros, los cristales rotos, el fierro retorcido. Los impactos y luego, todo blanco.

Apreté la mano dónde mantenía el anillo de promesa en mi pecho y seguí llorando sin escuchar nada más. ¿Cuánto tiempo había pasado desde eso, diez o veinte años… cuánto? No recibí respuesta, porque la aguja atravesó mi piel y me adormecí nuevamente.

Su rostro me esperaba en el sueño, me miró sonriente, como todos esos años que compartimos juntos. Por favor, no me hagan despertar de nuevo, la realidad es cruda y maldita, prefiero vivir el mismo día todos los días a volver a ver en lo que me he convertido. Sólo te pido, Señor, dame ese único regalo.
jueves, 8 de julio de 2010 | By: Aline

Conquistaste el cielo

Conquistaste el cielo


Tus manos se movían en una danza infinita, los colores nacieron de tus dedos y sin mirar el papel mantenías el rostro volteado hacia el firmamento.
Brillantes estrellas caían y tus labios entonaban una canción mientras sonreías. Pude ver en el lienzo como la obra cobraba vida propia y que tu voz y movimientos lo hacían ver más real que el original. Me pregunté muchas veces cómo los hacías, para ver el mundo con ojos ciegos, cómo captabas la esencia de lo que no podías ver...

Y la pregunta salió rauda de mis labios y detuviste el pincel, tus manos manchadas en tonos azules dejaron de lado el instrumento y tu boca dejó de entonar sólo por responderme:

― Veo el mundo desde aquí―tocaste tu pecho con emoción mientras derramabas lágrimas de alegría mientras seguías mirando al infinito―Miro con los ojos del corazón.

Esa noche conquistaste el cielo con tus palabras, conquistaste el mundo con tus acciones, derrotaste al destino con una sola sonrisa y tu defecto… se convirtió en una virtud hasta el día en que tu último aliento tocó mi rostro y dejaste tras de ti, un sinfín de noches y recuerdos