jueves, 7 de abril de 2011 | By: Aline

Beyond of Times: New Horizons

Como Siempre, los personajes de Inuyasha son propiedad de Rumiko Takahashi, yo sólo los he tomado prestado. 

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Capítulo II: New horizons.

            Si alguno de mis amigos me preguntara por qué miro  con tanta nostalgia el santuario del pozo, sólo respondería que grababa en mi memoria cada lugar del que fue mi hogar. Por supuesto que lo que realmente hacía era despedirme del único lugar que, alguna vez, me conectó directa y literalmente al pasado… era un secreto.

            Ahora que lo pienso con mayor detenimiento, siento como un hilo fino que sale del interior de mi pecho se vuelve tenso y aprieta mi corazón, con cada paso que doy hacia el toori. Lo veo claro mientras camino, aún cuando sólo doy vistazos rápidos, el fino brillo que se produce por el sol, como un cabello reluciente… se estira y se estira.
            Entonces doy el paso final. Entro en el taxi y el hilo se corta, un estremecimiento recorre mi cuerpo.

Cierro la boca, apretó los labios, giro el rostro. No hay forma de que mi familia me vea llorar, no por ellos, sino por el pozo. No podía ser tan egoísta y caprichosa.

Las abrazo con más fuerza de la que solía usar. Yuka, Eri y Ayumi se ciñeron a mí y entre sollozos me susurraron palabras de cariño y buena fortuna. Era verdad que a veces las encontraba extremadamente infantiles y metiches, pero las quería y separarnos después de siete años de pasar juntas era complicado.

Los últimos tres meses disfruté como pude el cariño de mi familia, a la que no vería hasta las próximas vacaciones, asistí a los partidos de Souta y lo llevé al carnaval con más frecuencia de lo usual, cociné con mamá las más variadas recetas y dejé la cocina hecha un desastre, acompañé al abuelo a sus chequeos médicos y escuché con atención sus más ridículas historias de monstruos sin reírme y sin darle a Buyo el pedazo de lengua de víbora demonio que me regaló, y que ahora se encontraba guardada en mi cuarto, pues no podía pasar con ella la aduana.
Mis amigas me realizaron una pequeña fiesta de despedida, contando a sus novios también, me dieron pequeños presentes para llevar conmigo, entre ellos una foto enmarcada de nuestra graduación en secundaria y como un regalo extra y de ocurrencia repentina… me cortaron el cabello.

Eri siempre había sido buena con las tijeras y muy por el contrario de lo que sus padres querían, ella deseaba ser estilista profesional y  cuando dejé mi cabello en sus manos, no temí que pasara algo malo. Ella cortó rápido, me lo jaló desde las raíces, lo mojó con un rociador casero y cuando me vi en el espejo con el cabello más corto y menos voluminoso, aunque más desordenado, sonreí… es un nuevo comienzo, pensé, aunque me sentía extraña, mi reflejo me complació.

Mamá enredó sus manos en mi cabello y besó mi mejilla, no dijo nada, tampoco lo hizo Souta, que se limitó a abrazarme por la cintura, ahora estaba más alto y quizás cuando regresara alcanzaría mis hombros, a cambio, el abuelo rezó por mi salud y mi buena llegada a Toronto.

            Una voz impersonal que salía de los parlantes interrumpió nuestra despedida, anunciaba el vuelo que debía abordar.

            Otra vez, aguanté las lágrimas y el escozor en mis ojos, tomé el bolso que llevaría arriba, pues los otros ya habían pasado a embarque y con un ligero y quebrado nos veremos pronto, di media vuelta sobre mis talones y caminé hacia la puerta de abordaje.

            Adiós mi querido Japón, no volveré a ti completamente hasta que las aguas turbulentas de mi pasado se calmen y pueda verlas claras como un espejo, recordar sin llorar y sonreír. Tengo que vivir mi vida, la resignación no debe tomar la delantera.

Martes 15 de Marzo, 17:25 hrs. 

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